sábado, 27 de octubre de 2012

Entre los pies y el reloj

«Sabia virtud de conocer el tiempo.                          
A tiempo amar y desatarse a tiempo
Como dice el refrán, dar tiempo al tiempo
Que de amor y dolor alivia el tiempo
Y hoy que de amores ya no tengo tiempo
Amor de aquellos tiempos, cuanto añoro
La dicha inicua de perder el tiempo»

                                            Marco A. Muñiz

 

 




Hoy me duelen los dedos de los pies de la misma forma que duelen las agujas del reloj que nunca llevo. El cansancio me invade entrando por las falanges y deslizándose en dirección ascendente hasta dejar mi musculatura lacia y vaga. Al mismo tiempo, el mismo tiempo dejó de correr en las manillas del reloj que no utilizo, lo miro y me cuestiono si en su maquinaria interna, siente lo mismo que yo. Mirándolo, he llegado a la conclusión que el tiempo no se cuenta sino que tan sólo transcurre y se vive que no es poco. El tiempo transcurre como sabemos todos muy bien y se vive como muy bien parece ser que no sabemos.


 Discrepo, encaro y contrarresto que alguien intente pasar el tiempo conmigo contando el tiempo que pasa, el que ha pasado y el que le resta para rematar la suma igual a veinticuatro, con una desviación de error de más-menos cero coma uno. Afronto, combato y desapruebo volver a ponerme unos tacones incordiosos durante todo ese tiempo y pasarlo junto a ellos con mis doloridos pies y las ausencias no estimadas.


 Voy a poner los pies en la calidez de mis aguas para que mis dedos den paso a mi cola y así se analgesie el malestar. Voy a dar cuerda a mi reloj de arena y a ponerlo en marcha, para cuando lo vuelva a mirar, la sensación, la sinrazón y la compañía sean las correctas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario