domingo, 28 de octubre de 2012

La sirena no tiene quién le escriba

 

 

 «—Nada para el coronel —dijo.

El coronel se sintió avergonzado.

—No esperaba nada —mintió.»

                                Gabriel García Márquez






 

 

 

 

Empezó todo con mucho entusiasmo, como empiezan todos los comienzos. Cogía su pluma de teclas y escribía con bastante asiduidad sin escatimar en halagos y besos. Cada mañana, tras su parada de desayuno se convertía en un cuasi ritual el abrir sus páginas para leerla, para saber de su bien o malestar y en numerosas ocasiones contestar con el corazón y la pluma abiertos de par en par.

 Con el paso del tiempo, como pasa siempre con los pasos de los tiempos, su pluma se fue apagando cada día. Cuanto más publicaciones había, menos interés le suscitaba opinar, escribir o animar. La pereza subía por peldaños de tres en diez a la hora de teclear. Cuando se percató que sus comentarios eran leídos por la que reside con el resto de las divisiones, en el hueco que decidió dejarles en su corazón, tomo una determinación. Guardó la pluma en el cajón del olvido y poco a poco dejó de leer las noticias del día sí, día no.

 Que lo que se escribe queda plasmado para siempre y que lo que se pensaba se deja de pensar y no se siente es sine qua non condición humana y el no expresar lo sentido no cuela.

Que el paso del tiempo acaba deteriorando las puntas de las plumas incluso torciéndolas como los renglones de Torcuato y los caminos que caminamos, es evidente.

Que la sirena de los mares como el coronel de García M. acaban por no tener quién le escriba es tan real como que el coronel y la sirena son capaces de terminar con la misma palabra tras la espera…….

«Mierda»

 

                                                                                                13 Julio 2012

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