sábado, 27 de octubre de 2012

Pesadilla pesarosa

 

“Alguien te contó alguna vez que cuando navego en mis sueños, paseo simplemente por tus futuros tiempos, te observo, te contemplo y con lo aprendido, a mi despertar vuelvo. Te veo más allá de donde tu me podrías ver sin necesidad de trasladar mi cuerpo. Me acerco sin que me sientas, toco con mi pie tu pie. Sé más de ti de lo que en realidad piensas”.

                               R. Le Brook 

 

 

 

 

Deslizóse hasta llegar al lugar que no debía. Cruzó, pisó y pasó por encima de la alfombra que precedía a la entrada con el paso decidido que la caracterizaba y sin mirar atrás para no convertirse en estatua de sal. No llamó cuando llegó a la puerta, tan sólo fue suficiente con dar como contraseña el seudónimo sin p y empujar, hacía afuera por supuesto.

Desvió su mirada hacia arriba y se quedó contemplando el plausible espectáculo que giraba a su alrededor. Sin vislumbrar con mucho detalle la situación, se apercibía de los sentimientos y las sensaciones que el otro ser emitía. Le afligía la desilusión y ella no podía hacer nada por evitarlo. Le veía caminar, esta vez no hacia ella sino en la dirección antagónica a su encuentro.

Despertó, encendió la luz de su anémona y se aferró a su brújula para confirmar que seguía marcando el Punto Nemo. Quedóse tranquila y se volvió a dormir, sus cosas estaban en su sitio. Lo que no estaba allí, nunca le perteneció.

Calderón con o sin barca, decía que los sueños, sueños son. Mentía.

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