miércoles, 24 de octubre de 2012

Reposo relativo






















Recogí de nuevo la mochila del suelo, la cargué sobre mi contracturada espalda por el sobrepeso de lo vivido y acumulado. Me apoyé en mi bastón de caminata y volví a ponerme de pie, como siempre, con botas, sin botas, con bastón o sin él. Atajé por el sendero que rodea la montaña y acabé de nuevo aquí, sumergida en mi mar.


Postrada en el sofá de mi anémona, con un gran vaso de hielo con refresco y rodajita de limón como mandan los cánones, levanto mi mirada de un modo suspicaz, como si no fuese vista, para verte, para observar que me miras. Te has dado cuenta hace ya rato, (sin yo percatarme del asunto), que lamo y relamo mis heridas. Me contemplas desde ahí, sin acercarte, estancado en inmóvil por la estampa a contemplar. Bebo un trago de mi gran vaso y saco mi lengua para volverla a pasar por mis escamas inferiores, y vuelvo a poner mis ojos en ti. Me haces sentir como una niña buena que ha sido mala. 


Sonríes. ¿Eso es un sí?, ¿un tal vez? ….


Dejo mi gran vaso en mi mesita-velador y estiro mi cola multicolor para desperezarme y ver que ya han cicatrizado las heridas externas. “Otra vez como nueva” pienso para mí y sonrío al ver en el suelo de mi anémona mi nueva adquisición en las rebajas, mis nuevas botas “para todo” de Gaultier. Preparada para afrontar las nuevas mareas.


Miramé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario