domingo, 28 de octubre de 2012

Síndrome vacacional

“La escuché, derrotando caminos, abriéndome cauces
donde ardía la gota de agua, minúscula, y firme,
donde todo, la tierra y el cielo, mi nombre y tu mano,
era, ¡y eran! por ser con ternura de rosa y de nieve.
Uno a uno se alzaron los nidos.
¡Uno a uno! ¡Qué amor en tus ojos, poeta, qué amor!
¡Cuántos pájaros eran volándote!

Y venías.
Sobre un mar infinito de lumbre venías soñando”

                           Ana Inés Bonnin

 

 

 

 

Tanto síndrome prevacacional me ha dejado agotada. La cuenta atrás, al igual que la marcha, no son compatibles conmigo. Como refugio para descanso de los primeros momentos y paladeo de mi reposar, elijo mi anémona y la repinto a mi gusto, evocando los colores de mi mar. Así me siento igual dentro que fuera, igual arriba que abajo…

 Entre brocha y paleta, me he permitido el lujo de desalojar medio litro en total de mis lagrimales, que llevan ya bastante tiempo a puntito de estallar y al final por un motivo u otro no lo hacen. Ayer inundé un poco mi cara de agua salada y mis ojos quedaron cansados, fatigados y lentos. Hoy se van reponiendo a la par que mis escamas. En unas horas me pondré de pie y seguiré con mis faenas impuestas a mí misma.

 En cuanto termine con mis tareas, volveré a estar sumergida en mis aguas nuevamente. Entonces, sin lugar a dudas, volveré a tener las baterías cargadas y volveré a ser eternamente yo.

Descansaré mi cola de pescado al sol y mis agallas estarán preparadas para la nueva lucha.

 Comenzando mi síndrome vacacional.

 

                                                                                                                      29 Agosto 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario