viernes, 29 de marzo de 2013

Confesión indescifrable



"Inspiración,
la belleza ha embriagado mi alma.
Adoración,
abrumado por mil sentimientos.

Fascinación
conmovido ante un atardecer.
Admiración,
amarás el silbido del viento.
Sentir la pasión,
aquello que amas,
suspiros de vida,
siente la emoción"
                                                                Stravaganzza









Mi madre me contó en cierta ocasión, que cuando yo nadaba dentro de ella, tuvo varias veces seguidas eso que llaman "antojo". Un antojo incapaz de satisfacer. Se le antojaban rosas pero no sabía para qué, si para olerlas, tocarlas, comérselas o pisarlas. Cuando salí de aquel mar, portaba una mancha con forma de rosa en mi nuca. Ella decía que aquello había pasado por no haber satisfecho su antojo.

Nunca creí en el tema de los antojos, pero el caso es que desde que era una cría, las rosas causaban en mí una sensación indescriptible. Las miraba y ansiaba tenerlas sin motivo alguno ni razón. Acabé asaltando los jardines y dejando los rosales completamente desiertos a partir de los ocho años. Las colocaba en un jarrón en agua y observaba en ellas una belleza distinta, un misterio irreverente. Estaban allí, pero sentía que no las tenía realmente, era como si buscase absorber la esencia de aquella enigmática flor. La busqué, en forma de perfumes, sabores o tactos de cosas con olor, sabor y textura de rosas....no fuí capaz de encontrar que era lo que de aquella flor me atraía tanto hasta dejarme llevar. Me pregunto si esa sensación que cabalgaba entre la excitación y lo irritante no sería fruto de aquel dichoso antojo maternal.


Lo cierto fue que nací el mes en que las rosas comienzan a florecer, que sigo portando bajo mi pelo esa mancha connatural. Y, que a pesar de todo este tiempo, sigo sin descifrar la ecuación de la atracción hacia la subsodicha flor. Y, que tengo que confesar, entre risas y algo de vergüenza, que cada vez que encuentro la ocasión sigo asaltando rosaledas con la misma pasión y destreza en mi mar.


                                                        


                   






 Con sabor a rosa en el paladar.
Rebuscando en el armario mis guantes,
mi antifaz y las tijeras de podar.
                                                  

2 comentarios:

  1. Yo también he asaltado jardines y he dormido con un ramo del revés, durante días, hasta secarse. Y aún guardo alguna de esas rosas, conservada con barniz

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Curiosa pose, nunca dormí con un ramo ni conservé ninguna flor, pero me tranquiliza saber que una no está tan loca como piensa cuando a su paso se cruza un rosal en flor.
      Gracias!

      Eliminar