"..Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.."
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.."
Pablo Neruda
Y pensé que me entenderías, que comprenderías mis amargas
lágrimas rodando sin control ni medida por mis mejillas. La taquipnea provocada
por la angustia que asfixia. La gastritis producida tras una sensación “post-morten”
de esto, lo nuestro. Me equivocaba. La rabia de ambos por la frustración
aparecida, podía con la empatía y con las ganas. Yo con mis malditos resortes
que crujen y se disparan cuando menos lo espero, se rompen y estallan en mí
como si de fuegos artificiales se tratara. La sensación a pólvora quemada
produce un quebranto insoportable de la bilis que acaba saliendo a bocanadas
incontrolada y desmedida. Deslenguada. Tú con tus formas de interacciones y relaciones
con el mundo por mí en algunos momentos no comprendidas. Heridas que vuelven a abrirse formando una
llaga desmesurada que a simple vista no parece con vistas a cerrarse ni por
segundas ni por terceras intenciones.
Y después llega la calma, la calma
externa con la interna intranquilidad de alarma. Tu desconfianza comienza a
tejerse hacía mí como lo hace en sentido inverso de mí hacia ti. Sabemos que ya
no será lo mismo, que habrá una parte, o dos, o varias de ambos que será
guardada en latas despresurizadas que el otro no podrá abrir nunca. Acabará convirtiéndose
en la insoportable estancia y anunciará con clarines el amargo final del cuento
del pez y la rana.
Esos fueron mis pensamientos mientras
por mis mejillas rodaban a sus anchas mis lágrimas. Eso fue lo que mi cabeza
pensó en contarte en aquella breve llamada y la angustia dejó paralizadas a las
cuerdas vocales cuando intentaron moverse para contar. Eso fue el inicio de
cómo se dejaba ver por el envés la guadaña.
Y este es el principio del inicio o el principio del debacle de los
mares y los estanques.
En nuestras manos la cosa anda.
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