viernes, 28 de febrero de 2014

Carnaval Carnal





He descolgado el traje que, desde hace tiempo, cuelga de la percha. Cada día que pasaba por delante de su compostura, me quedaba anonadada mirándolo, el recargado que portaba, hacía un efecto colateral con subida de presión arterial incluida. Contaba los días con los dedos de las manos y, me resistía a probármelo como el que se resiste a la  arrebatadora seducción . Me gustaba saborear ese gusanillo que corría por dentro esperando que llegase el deseado día.

Hoy ya no aguantaba más. He tenido que arrancarlo de la percha,  con una mezcla que nadaba entre el gusto y ese tembleque que se aloja en las piernas y hacen que flaqueen  en los momentos menos oportunos. He embutido mi cuerpo en el vestido notando como se erizaba mi piel con su tacto.  He ajustado los cordones que colgaban del corpiño, sintiendo una presión sistólica un poco más elevada de  lo habitual.  Bajo las enaguas de la inmensa falda, he colocado unas sofisticadas a la par que picantes medias blancas con puntillas de muérdeme sin tocarme.  He acoplado la máscara a mi cara, cubriéndola casi por completo y me he hallado inmersa sin quererlo, en mi propio Carnaval.

Tras varias vueltas sobre la falda, ha hecho acto de presencia la falta de riego sanguíneo  provocada por el maldito corset y la falta de aire provocado por la curiosa máscara.  He caído sumida en un cuasi mareo contra el esponjoso suelo de la anémona.  En esa  intensidad efervescente, las faltas de ambas cosas han provocado un extasiado duermevela que parecía no tener fin.  Una vez despierta, me ha costado Dios y ayuda,  despojarme de las carnales vestimentas.
Deseando pasear por las calles de Venecia entre apneas y extrasístoles.