jueves, 20 de marzo de 2014

Adiós princesa, adiós....



" Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va.
Cuando un amigo se va y, va dejando una huella
que no se puede borrar.

Ese vacío que deja el amigo que se va,  
es como un pozo sin hondo imposible de llenar."









Miraba fijamente aquel queso hecho de plastilina casi perfecto, a su lado un cuadrado rosáceo imitando al jamón de york , huevos y barras de pan perfectamente colocadas. –Quiero un trozo de queso, tres huevos y una barra de pan- Le decía mientras levantaba la vista y la veía allí dispuesta a cortar con una tijerita los trozos de plastilina que le pedía. Miraba su pelo rubio, liso y largo como el de una princesa de cuento. Los dedos de sus manos, finos y largos. Utilizaba su mano izquierda, cosa que me encantaba porque la hacía diferente.  Sus pecas asomando por encima de su nariz. –Áquí tienes, son 20 pesetas-. Sus ojos tenían calma al igual que su voz. Recogía mi compra y me iba, y al girarme, la veía con su mano y su sonrisa, diciéndome adiós.

Cada vez que evoco recuerdos de ella, el primero que acude a mi cabeza es ese, seguido de un sinfín de momentos, de los cuales, la gran mayoría, tengo que decir, que provocan una sonrisa en mí.

Hacía mucho tiempo que no la había vuelto a ver, hasta que me enteré que había recibido una misión del reino de los cielos, la de bajarse en una estación diferente a la nuestra, una estación inminente,  no esperada, ni querida  por los que vamos en este tren de esta incomprensible vida. Acudió a mí la imagen de aquella princesa despachándome  queso de plastilina y un resorte me hizo levantarme del asiento y correr al vagón donde ella viajaba por poco espacio de tiempo.

Hice todo lo que pude, luché un día tras otro contra la impotencia de intentar detener aquel tren. Pero la vida sigue y el tren no se detuvo. Amanecía cuando le daba un beso y me resignaba a verla bajar del vagón. Sin tiempo de reacción el tren se puso en marcha. Cerré mis ojos y volvieron a mí de nuevo todas las imágenes de siempre,  su pelo, sus pecas, su sonrisa, nuestras vivencias, nuestra ultima conversación a solas hace unos meses y al final de todo, su mano diciéndome adiós.

Rueda una lágrima por mis mejillas mientras me despido en silencio…

Adiós princesa, volveremos a vernos.

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