martes, 3 de junio de 2014

Boris..mon amour


Llegaste a mí con una bocanada de esperanza. 
Llenaste mis días con alegrías.
Conseguiste ganarte mi corazón y mi alma
Y me dejaste sola de nuevo, como estaba cuando llegaste.
-¿Dónde estás peluche de mi vida?
En mi interior habitas, en mis recuerdos.
Es la forma de llevarte siempre conmigo.








Llegó a mi vida casi sin avisar, al mismo tiempo que el verano empezaba a hacer acto de presencia. Llegó en un momento crucial. Era una pequeña bolita de pelo gris en mis manos. Un osito en toda regla, eso fue lo que hizo que se llamase así.
Aquel peluche con vida, era capaz de convertir en alegrías todas las penas acumuladas durante el día. Perdía a chorros al ser más importante en aquellos momentos en mi vida, veía a mi madre postrada en una cama contando sus últimos días de vida y, él hacía que mi interior se llenase de calma con su tacto suave y su mirada amarilla.

Creció de forma muy graciosa, tenía unas patas tan largas que le hacía torpe hasta para subir las escaleras. Era mimoso hasta la naúsea y dormía en una colchoneta abrazado a un osito de peluche a modo de mascota. Creció, creció y compartió los cambios hasta llegar a convertirse en mi niño peludo. Acabó siendo el confidente de mis sueños y el pañuelo de mis lágrimas.

Y de la misma forma que vino, se fue una mañana cuando se acababa el verano y el otoño comenzaba. Se fue y sorprendentemente comprobé que jamás había llorado tanto por una persona como lloré por él. Han pasado ya diez años desde que Boris me dejó. Aún me sigo encogiendo cuando veo sus fotos y sigo derramando lágrimas cuando hablo o escribo de él. Y, es que, en el fondo, Boris siempre ha estado aquí, como todos aquellos que se fueron y que quise. Está en mi recuerdo y eso hace que de un modo, siga vivo para mí.

Le debía un escrito al peluche de mi vida.

Este es tuyo Boris.

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