"Quiero volver a tierras niñas;
llévenme a un blando país de aguas.
En grandes pastos envejezca
y haga al río fábula y fábula.
Tenga una fuente por mi madre
y en la siesta salga a buscarla,
y en jarras baje de una peña
un agua dulce, aguda y áspera."
llévenme a un blando país de aguas.
En grandes pastos envejezca
y haga al río fábula y fábula.
Tenga una fuente por mi madre
y en la siesta salga a buscarla,
y en jarras baje de una peña
un agua dulce, aguda y áspera."
Gabriela Mistral
En mitad de gotas de
agua que humedecen mis escamas y de arena
blanquecina adherida a mis pies, medio camino, medio navego, enredada entre las
bravías olas y los bajo cero grados terrestres. Anhelo la calidez de una taza
de té, de una calentita manta y una
chimenea ardiente, todo muy canicular.
Comienzo fase de reposo-letargo invernal. Avisto como la tranquilidad llama a la puerta y empieza a invadir los
rincones de mi anémona. Entre las reliquias y las burbujas del champán, busco
un peine, para desenmarañar los enredos subyacentes en mis aguas y disfrutar al
cien por cien de la paz reinante.
Es increíble el poder de cicatrización que posee el alma.
Como si de una araña se tratase, urdiendo los tejidos con hilo de cariño y
aguja de mimarte. Avisto tras este embrollo pasajero la llegada de la placidez
y el sosiego. El cese del oleaje y el reposo de los copos de nieve sobre el
suelo.
Peinando los restos de los desarreglos. Abriendo los brazos
a la hibernación venidera.
Escribiendo en calma chicha desde el Punto Nemo.
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