Y así camino-navego por los alrededores más cercanos del
mar, más floja que una olla exprés sin válvula ni fuego que la impulse. Me dejo
mecer-llevar por el tibio oleaje como si
de un trapo flotando en el agua tratase.
Un contrapunto en toda regla. Lo
que a la vez me relaja, me agota por dentro. Y, aunque me entran ganas, no lo
niego, de revolverme y sacudir el agua con esta distal aleta, la falta de energía sumada al calor del
solecito de Marzo, me inmovilizan las escamas.
Resuena en mi conciencia, aquellas melodías acompasadas del
bastón que repicaba el suelo, y las zapatillas con puntera elevando mi cuerpo
del suelo al son de un grand jeté. Necesito música para bailar, piernas para
correr y pilas para navegar como si de
un rayo dentro del mar se tratara. No sé cuál es el orden a seguir para poder
empezar. Lo que está claro es que no puedo continuar así, esta laxitud me mata.
Creo que la clave está entre un do menor y un fa mayor sostenido. En cuanto
el diapasón afine los acordes, estos recargarán las baterías, y estas harán que
resurjan mis pies y mis ganas. Me
endosaré las botas de caminata con las zapatillas de bailar, y resurgirán las
fuerzas abatidas.
Tres, dos, uno…..comienza la melodía.
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