Toma un poco más de té --ofreció solícita la Liebre de Marzo.
--Hasta ahora no he tomado nada --protestó Alicia en tono ofendido--, de modo que no puedo tomar más.
--Quieres decir que no puedes tomar menos --puntualizó el Sombrerero--. Es mucho más fácil tomar más que nada.
Tras un mes de Abril de tediosas puntadas al punto del
desaliento, recupero mis dedos y las teclas que acaban emplasteciendo en papel
los ilusos pensamientos.
Y, de repente hoy, me siento aquí, tras un pensar en un no
sé qué de un no sé cómo y, acabar deduciendo que, he tenido una pérdida
garrafal de tiempo pensando en memeces atemporales y anodinas.
Al tiempo he tenido a bien, traer el sentir mentecato y
necio de tus corredurías remotas, al calado de mis huesos. La ridícula
acción-reacción del momento no ha sido otra que el enfervorecido deseo de
arrancarte la piel en un acto de concupiscencia carnal. La cafeína, bendita
solución ponzoñosa, me ha estimulado la hipófisis y he conseguido borrar de un
plumazo, la estupidez de la cabeza y la canícula de las escamas.
Aún así, sigo sin sentirme dispuesta para enfundarme los
zuecos y ponerme a las tareas diarias. Me resiento de la libranza sin descanso
mañanero y maldigo la puto-loto que nunca me toca para tomarme cien años
sabáticos tocándome los pies cuando asoman.
Tomando té con una inadmisible sensación de pérdida de
tiempo.
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