El aterrizaje de
vuelta fue intempestivo y agotador. Las defensas venían dando tumbos a la altura de los tobillos tras seis horas de
viaje. El bicho-bola, para no perder la costumbre, me encontró, me infectó a su
antojo y, la estrategia de matarlo a cañonazos, ciencia en mano, acabó
quebrándome hasta las uñas de los pies. El equipaje (el muy capullo) se había
reproducido como si fuesen conejos en vez de bultos, volvíamos asombrosamente
con el doble de trastos, que traducido corresponde a doble de peso, doble de trabajo
y doble vuelta de testa para colocarlo.
Tras el aguante psicológico de lo antepuesto, sobrevino el
ataque físico de resistencia; Limpieza general a destajo y sin anestesia.
Resultado final del desembarque en la ciudad…me encuentro quince mil quinientas
veintidós veces más cansada que cuando me fui.
Y, como no hay dos sin tres, y la ley de Murphy ataca sin
piedad, esta noche ha venido el gracioso de Morpheo a darme un par de buenas
razones, (hostias en mi pueblo), haciendo mi despertar de lo más angustioso y
llantino. Y, como no hay tres sin cuatro, cuando una cuenta porqué los mocos
asoman cuando se llora tanto, no se escucha ni un triste “te quiero” en mis oídos.
Relegada a un extremo de la cama, y con los mocos colgando, me quedo como una
gilipollas pensando si esto es amor…cariño…amistad..o dónde acabo enmarcando el
cuadro tan maltrecho allí pintado.
Resultado de la ecuación de cuarto grado sin la ayuda de mi
amigo Descartes;
-Las ganas de ; hacer, decir, inventar , (o cualquier verbo
que se pueda añadir aquí includido el verbo follar) no sé dónde andan, pero desde
luego nada cerca.
-La sensación de medio pena-medio falta que tengo, deja
entrever un semblante agridulce y una pesadumbre en el alma.
-La necesidad de descanso se eleva a la n factorial.
La de amor al infinito.
-El tratamiento más “a mano” requerido…..Ibuprofeno para el
alma.
En el sofá con un cóctel explosivo de lágrimas naranjas y
mocos desangelados.
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