Cuando tu vas, yo vengo de allí
cuando yo voy, tu todavía estás aquí
crees que me puedes confundir
y de qué vas, mirándome atrás
¡Ay qué descaro!, ahora me gustas más
Y es que no me fio porque sé que tu me engañarás...
cuando yo voy, tu todavía estás aquí
crees que me puedes confundir
y de qué vas, mirándome atrás
¡Ay qué descaro!, ahora me gustas más
Y es que no me fio porque sé que tu me engañarás...
Chenoa
No sé si estaría bien decir que la calma reina en mi
estancia. Quizá esta cabeza casquivana,
me hace creer que es así, pero por dentro, aquí dentro, algo se mueve y se
revuelve, desarma mis descansos y mis sueños transformándolos en un vaivén de
estrés y pesadillas. Algo aquí dentro sabe, que algo sigue sin estar en su
sitio y, algo en mi testaruda testa, acaba cediendo a la cordura y admitiendo
que las vísceras, esta vez, sí tienen razón.
Como el correcaminos de la Warner, en silencio y de
puntillas, ha visto como el coyote enciende una y otra vez la mecha que, irremediablemente
acaba detonando la bomba marca ACME entre mensajitos que van y vienen, intentando entre uno y otro
meter la gamba, pelada por supuesto si se dejan y, haciendo volar todo por los
aires, con pelos chamuscados incluidos. No importa, la risa de los
telespectadores estará asegurada.
Ya le pediré al Sr. Chairman (dueño y señor de ACME), que me
proporcione una de esas pastillas para fabricar tornados y una goma de borrar
gigante, atrapabichos por supuesto. Estoy dispuesta a utilizar por una vez la
artillería pesada, para provocar no sólo las carcajadas por doquier, sino
también la calma esa que queda al final del desastre. Lo bueno de todo este
desbarajuste, es que, el correcaminos acaba tranquilo y feliz sonriendo a
cámara y despidiéndose con una copa de champán mientras se relaja en una hamaca
en algún paraíso costero. Una garantía sin precedentes.
Leyendo las instrucciones para no fallar, el coyote ya ha
accionado el botón de la puesta en marcha, no hay vuelta atrás...
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