jueves, 5 de noviembre de 2015

Emponzoñamiento fallido





Noviembre ha revuelto las aguas del mar. El veneno fue inoculado con premeditación y alevosía y, una que es confiada, mordió la manzana a sabiendas en vez de lanzarla de vuelta. Decidí tragarme el sapo haciéndome una vez más la ingenua ante el intento de asesinato. He pasado del calor al frío y de la tranquilidad a la náusea en décimas de segundo y sin anestesia. Ni la chimenea más tórrida, ni el antiemético más potente son capaces de apaciguar la cellisca que se revela por dentro. Y es inútil intentar buscar si el pH del agua es diferente o, si ya no conserva el mismo punto de sal o azúcar. Da igual la maniobra, he probado con todas, hasta la de Heimlich, arriesgándome a visionar hasta la primera papilla ingerida. Ninguna surte el efecto deseado.


He salido para ver el vendaval que se avecina, nada raro, ningún pez nada hoy contracorriente lo cual, me hace pensar que todo sigue más o menos. Avanzo para seguir oteando y llegar al Punto Nemo. El trayecto que habitualmente recorro en minutos, hoy me cuesta a modo. No veo el momento de llegar, no quiero imaginar cómo será la vuelta… Obvio es que ya han accionado el botón rojo, ese que no se debería tocar según reza en el prospecto de ACME. Ahora tocaría la lucha contra la revolución instaurada gracias a la broma pesada y a las ganas de llevarse los aplausos por cojones. No tengo ganas, ni tiempo ni motivos para hacer hoy de correcaminos en el agua y desactivar lo hecho. Sé que esto que siento, no afectará ni a mis aguas ni a mi destino, soy un pez y gracias a ello, todo me resbala.


Buscando con urgencia un DESA que revierta esta fibrilación ventricular que anuncia la asistolia. Visionando a lo lejos el Punto Nemo.

Ya queda poco….

No hay comentarios:

Publicar un comentario