Llegó Noviembre, esta vez a modo dietético y sin edulcorar.
Perdió el dulzor con su entrada, brusca y sin avisar. Ni siquiera tiene un
ligero sabor a mar. Es mucho más “light” que cualquier comida de esas tan
divinas y perfectas para adelgazar. Así estoy, así voy, perdiendo peso a cada
paso (falta me hacía) pero, una prefiere adelgazar con otros modos o métodos
que, con el disgusto del sinsabor al masticar.
Es como comerse un filete lleno de vetas “inmasticables”
(palabro que ruego a la RAE incluya), acaban haciéndose una bola imposible de
tragar. Así me siento hoy y, además, sin saber qué hacer. Me lamento pero no
actúo, pero es que tampoco sé cómo hacerlo. A veces, sale de mí esa parte
impulsiva, se me pasa por la imaginación tirar por la calle de en medio y
olvidar los destrozos que con ello pueda causar en mí y en los demás. Pero, sea
porque estoy cansada de ser tan necia, sea porque ya la edad me va diciendo que
hay cosas que no vuelven, sea porque he encontrado algo maravilloso, me parece
inviable negar lo que quiero, tirarlo por la borda y volver a dar la vuelta al
mundo, un mundo cada día más pequeño.
Voy a por el azúcar, no sé vivir en el mundo de lo amargo,
del “sin-sabor” y del “sin-humor”. Ya vendrán Noviembres más dulces.
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