La aflicción fue producida de forma casual pero continuada.
Hubo momentos en que algún órgano vital pareció quebrarse por dentro como un
cristal . La queja nunca fue entendida.
El tratamiento tan sólo fue de choque, terapia bastante ineficaz en estos
casos. El producto en cuestión, consistió en pasar de blando a duro, de corazón
a piedra y de las algias a la indiferencia.
Obvio es, que cuando algo ya no duele, es porque la zona en
cuestión ya no se resiente. La coraza producida hace que todo sea mucho más
liviano y etéreo de lo que un día fue. Aún así, algo en lo más profundo se
resiente. Todos los fármacos acaban produciendo sus efectos secundarios, es
inevitable.
Parece mentira lo inteligente que es el cuerpo humano y, lo
bien que se acaba defendiendo de lo nocivo y pernicioso. Todo eso hace, que la
cabeza quede más libre de los reflujos viscerales y, actúe en consecuencia con
los hechos acontecidos e impuestos. Que lo que a una le duele, no es porque una
quiera, sino porque el estropicio es destructivo y pernicioso y producido con
premeditación y alevosía.
Qué fácil es ahora, colgar el cartelito que antes me
parecía imposible y, quedarme más ancha que larga. Y, por supuesto, lo que
ahora me duele, sí lo elijo yo.
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