Hoy no voy a jugar al mismo juego en que me recreé durante
tantos años de mi vida. Hoy el corazón ha dicho basta y la razón se ha impuesto
como reina soberana. Traía bajo el brazo un pergamino con las cosas muy bien
apuntadas. Hoy ha tenido a bien,
desplegarlo y leerme, a la sombra del alma, cada cosa que he ido haciendo sin
lógica alguna. Me ha propuesto, casi impuesto cambiarlas y, hoy, las vísceras le
han confirmado que el reinado es suyo.
Así que, tras una larga charla sobre la primera norma,
acepto que debo aparcar para siempre, ese afán de planificar determinados
momentos puntuales de mi vida, comprometiendo los momentos puntuales del resto.
Tras haber hecho varias decenas de intentos, y quedarme literalmente “en bragas”
y, comprobar en primera persona que, los planes del resto prevalecen sobre los
míos, desisto en seguir haciendo las gilipolleces habituales.
Así hoy aquí afirmo, que los planes los hago sólo conmigo
que, como la razón opina, siempre saldrán como y cuando a mí me parece que
deben ser.
Nada de voy a buscar un fin de semana... un día en “nosédónde”... ni esperar a ver si suena la flauta. Vuelvo quince años atrás, donde me
dejé más que claro, que las fechas, no son más que días normales, números en el
calendario sin valor ni importancia. Adiós a días señalados, a puentes,
navidades o semanas santas. Días para vivir sin más ni más, sin esperar nada más
que lo que ese día quiera traer consigo, sin importar ni esperar lo que los demás hagan.
Hoy, rubrico la petición de mi testa y la aplaudo, son testigos.
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