Llegó
igual que llega ese golpe seco y frío que no esperas. Sin sensibilidad, con
tono desagradable y desafiante. Obviamente la queja fue muy mal recibida y peor
encarada. La ola que vino de vuelta, arrasó con todas las palabras que quedaban
en la boca. No salió de allí un solo sonido más. Tan sólo y a escondidas, dejó caer sin querer, una lágrima que asomó sin
permiso por el rabillo del ojo derecho. Se la secó con el paño de cocina. que
quedaba a mano en aquel momento, se vistió y se fue.
En
el silencio de la noche, tan sólo se escucha un lejano soplido, que recuerda a
los fuelles de los antiguos respiradores. Tan sólo un paciente ante sus ojos,
sin nadie más. Quedó el silencio en sus labios y continuó el resto de la
jornada, acompañándola. A veces entraba en una sensación de duermevela
desvelada y, recordaba, que aún seguía enmudecida ante la contemplación de
aquel cuadro, más abstracto si cabe que un Van Gogh.
Recogió
las orejas de sus manos y las apagó y, en aquel silencio, pidió al reloj colgante, que pasara rápido las
horas para regresar al hogar, abrazar a un peluche y soplar las velas que dejó
encendidas. Es cuestión de horas, es cuestión de tiempo, es cuestión de
silencios y de calentar tazas de té a horas intempestivas para acompañarlo con
las dichosas patatas contrahechas.
Eran
las tres de la madrugada cuando, en silencio y en secreto, escribía lo que no
era capaz de hablar. El teléfono seguía igual de mudo que ella. Miraba el reloj, seguía estancado en el mismo sitio.
Reinaba el silencio mientras luchaba contra el sueño que acechaba.
Duermevela,
no soplar hasta mañana.
Querida Annaiss, si la madrugada la enmudece, escriba, que nos deleita con sus relatos siempre. Es un placer desayunar con lecturas como esta. C'est parfait.
ResponderEliminarMr. Sandman
Muchas gracias Mr. Sandman por su lectura incondicional. Gracias mil.
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