jueves, 29 de diciembre de 2016

Entre un 6,5 y un 7,3





Cuando el tiempo apremia, ahoga y martillea para que no nos olvidemos de las labores pendientes que quedan y, que más que para ahora, eran para ayer, es imposible sacar un diez en la calificación final por mucho que nos esmeremos en hacerlo bien.

En esas anduve hace unos días, con el afán  cotidiano a la chepa y la prisa flagelando mi conciencia cada vez que intentaba hacer un impasse. Intentar sacar un hueco de aquel trasiego sin final, acabó derivando en que la pausa fue aún si cabe, más acelerada que un pollo sin cabeza. El disfrute supo a poco, a casi nada. Con la miel en los labios y las ganas de una tranquilidad inexistente para un ‘late motiv’ como dios manda, así quedé. Sometida en cuestión de segundos a la vorágine que seguía acuciando al otro lado del rellano.

Así no hay manera de sacar nota y mucho menos de pasárselo bien, que al fin y al cabo, es de lo que se trata. Entre un seis con cinco y un siete con tres quedó la cosa, sabiendo que en la nota más alta, fui más generosa de lo debido y, asumiendo que la nota baja me la merezco ( y menos aún si cabe) por mis tiempos y  prisas.



Espero y confío en una recuperación como examen, en la calma de las almas y los afanes, en los besos largos y lentos, en las exploraciones de los cuerpos a media luz, con tiempo y tiento. Será la única manera de aproximarme al doce con siete, nota más que suficiente.

Algo me dice, que el 2017 trae la miel bajo el brazo,

voy  preparando té de tener-te.