-Qué ganas te tengo rana- dijo la sirena
-y yo a ti- respondió la rana.
La cena estaba servida.
Erase una vez un pez,
que buscaba
en su nocturno quehacer
un sitio ignoto y recóndito
donde su rana esconder,
para momentos después,
deleitar su paladar
con epicúreo placer.
Y, en su búsqueda
pensaba
cómo encandilar a la
rana,
cómo llegar a ser con
escamas,
de la cabeza a los pies
una dama.
Y, en sueños paladeaba
el sabor en su boca de
mar
mezclado con las ancas
blancas.
Lo imposible en lo onírico,
es mucho más que
posible y,
sabe mejor que en la realidad.
De repente extrajo de
su memoria
aunque de pez, sobrada
y perspicaz,
ese lugar inhóspito y
ansiado
donde poder libremente
a su rana impulsiva y
ardiente,
cortejar, poseer y
agotar.
Deseando llegar al punto Nemo con té, de querer-te.
No hay comentarios:
Publicar un comentario