lunes, 26 de noviembre de 2018

Mi regalo de Navidad





                    "Siento el dolor que esconde tu mirada.
                    Siento tu dolor y brotan lágrimas secas
                    buscando tu presencia
                    y sólo encontrarán tu ausencia.
                    Siento tu dolor y escucho tus palabras.
                    Siento tu dolor y el frío que desgarra..."





Hoy he tomado una decisión ( no muy práctica), y es escribir un poco menos de lo escrito en ese libro personal y comenzar a escribir un poco más en ese proyecto que tengo en mente desde hace tanto tiempo y que, cada día que paso en el campo de batalla, mis pacientes  piden a través de su mirada, de sus gestos, a veces de sus apretones de mano pidiendo compasión ante la indefensión adquirida (no querida), otras veces de sus lágrimas acalladas por los tubos que paralizan las cuerdas vocales y, otras, de su propia voz.

Porque, a todos se nos llena la boca a la hora de hablar de los cuidados, de los protocolos habidos y por haber, del fomento de la autonomía del paciente, blablablá-blebleblé…Todavía estoy por escuchar-leer- ver  a  quién le interesa dónde ha quedado el sentimiento, la falta de defensa y el dolor al que son sometidos nuestros pacientes diariamente, en cada acto que hacemos, en cada conversación no entendible que se enreda cual maraña en su imaginación haciéndoles la vida menos llevadera aún si cabe y, sobre todo, el RESPETO, con todas sus letras y así de grandes, el respeto a su vida y a su forma de querer vivirla o dejar de hacerlo de una manera digna llegado el momento.

No sigamos llevándonos su dolor y su súplica en silencio. Dejemos claro QUÉ es lo que duele, CUÁNTO es lo que duele y CóMO debemos mitigar ese sufrimiento al que continuamente damos la espalda porque el señor facultativo de turno ha apagado sus oídos a determinados conceptos (por no decir otra cosa más grande). ¿No está tan de moda la “humanización”? Y ¿qué es la humanización? y, ¿dónde empieza si no somos “humanos” los que intentamos darla? . ¿Acaso pasear a alguien por el patio de recreo agarrándose a los reposabrazos de la silla para que vea la luz del sol aunque le duela el sentimiento, es más humano, que hacerlo con el menor dolor posible?.

Por un mundo SIN dolor, porque ya bastante dolor en el alma acarreamos cada uno per se. Porque me lo debo a mí y porque se lo debo a ellos.

Con té, con tinta y con esperanza, que no es poco.