Tú me enseñaste a trabajar con una sonrisa
a luchar siempre en primera línea y no esconderme,
a defender esta nuestra profesión,
a no ser conformista.
Y, ahora, te vas y tengo que volver
a tragar saliva, a aguantar de pie,
a trabajar tragándome las lágrimas.
A mi amigo, maestro y compañero de tantos años,
nos dejas un gran vacío y demasiados recuerdos.
Que tu lucha no caiga en saco roto.
Ana I. Nogales
Todos los días al comienzo de la jornada, comienza siempre
la misma lucha, donde están los EPIs y las mascarillas? Y, a estas alturas de
la película, me parece mentira que todavía haya compañer@s que me digan que
siempre me estoy quejando. ¿Cómo es posible que ni en esta lucha estemos unidos
y nos dejemos pisotear de esta manera? Os parece ahora, después de que esta
mala gestión se haya cobrado la vida de mi amigo y compañero que, ¿sigo siendo
muy quejica?. Sólo le pido a Dios, porque no tengo a quien pedírselo, que no
caiga nadie más, porque todas estas vidas a lo mejor se pueden evitar truncar
si sois capaces algún día de abrir la puerta esa del miedo que lleváis encima y
de paso empezáis a abrir la boca para que podamos trabajar en condiciones
óptimas.
Que la vida de mi compañero, no caiga en saco roto. Él si
estuviese aquí, hubiese luchado contra viento y marea por todos nosotros y lo
sé de buena tinta porqué él fue el que me enseñó a luchar aquí. Unámonos todos
de una vez y pidamos responsabilidades por todas estas negligencias que se han
cometido con todos nosotros. Cuando todo esto pase, más de uno tendrá que
rendir cuentas, porque en mi pueblo, queridos señores gestores, cuando una
gestión inadecuada permite que los profesionales fallezcan, tiene un nombre,
que yo no voy a decir, espero que un Juez tenga los suficientes para decirlo.
Con té y con rabia.