lunes, 27 de diciembre de 2021

De defectos y virtudes

 




Y es que no hay respeto y se mueren de hambre

Y es que no hay respeto y se ahoga el aire

Y es que no hay respeto  y lloran mas madres
Y es que no hay respeto y se mueren de pena los mares
Y es que no hay respeto por las cosas de los pueblos
Y es que no hay respeto desde los gobiernos
Y es que no hay respeto por los coches mininos
Y es que no hay respeto y el mundo se prendió

He de reconocer, que uno de mis mayores defectos ha sido, intentar que los que me rodean se sientan bien, o al menos, lo mejor posible. Así leído no suena mal, no parecería un fallo, pero lo es desde el punto y hora que ese intento pasa por encima de mí, de mi bienestar o malestar, de mi tranquilidad y a veces hasta de mi salud.  Hay personas que son capaces de pensar primero en ellas para actuar después. Quizás sea lo correcto, no lo sé, lo que sé es que ya son muchos años de esfuerzos, muchos años lamiendo mis heridas cuando me doy la vuelta con la recompensa de saber que los demás están bien o, que al menos he hecho por ellos todo lo que estaba a mi alcance. Miento si digo que no he caído una y mil veces en el intento de no hacerlo y si lo pienso, cuento las veces con los dedos de una sola mano porque el resto ha quedado ahí, en el intento. He llegado a estar realmente mal y así, haber atendido las peticiones de quien me necesitaba en ese momento. Ahora ya, leído de esta forma, sí que parece un gran defecto. Evoco a mi madre regañándome una y otra vez por esto. Intentaba enderezar una rama que no iba en la dirección que ella hubiese querido. Siento profundamente haberla hecho sufrir, porque sufría por no lograr sus objetivos, sufría por ver que miraba tanto por el resto y tan poco por mí. No lo supe lograr con ella, al menos no en todos los sentidos que ella hubiese querido, pero creo que es algo inherente a todos los padres/madres con los hijos.

Los defectos, esas carencias que a veces tanto nos cuesta reconocer porque realmente son una “tara” o un “desperfecto” y nos cuesta aceptar que lo somos, somos seres plagados de desperfectos y carencias. Cada vez que preguntas a alguien por sus defectos, comienza enumerando sus virtudes, (vaya la virtualidad y la excelencia por delante), como si esto fuese capaz de diluir las insuficiencias que vienen detrás. Yo en cambio sólo soy  capaz de encontrarme dos virtudes  y dos docenas de defectos.

Madre, fuiste una buena maestra y yo una pésima aprendiz. No me ilustré para vivir en el mundo en que me hallo inmersa. No soporto la egolatría constante, la falta de empatía, la mala educación, tanta envidia y maldad  infinita que resolla por los poros de tantas personas. Cuesta encontrar algún ser afín para poder ubicarme en esta sociedad que está abocada innegablemente a la destrucción de sí misma. Prefiero bajar a mis aguas y vivir algo más tranquila, aunque tampoco sé cuánto tiempo me dejarán estar así.

Con té de reposo, con aletas en los pies y escamas.