O de cómo un posado en un robado y viceversa
No recuerdo haber posado nunca para ser inmortalizada en
óleo. Admito que si me lo hubiesen pedido, hubiese aceptado sin miramientos,
eso sí, con las zapatillas de caminata ad
hoc y
vestimenta que la ocasión requiriese. No debió pensar así nuestro amigo John William
y realizó en su época, allá por 1901, cuando una aún era joven, lo que a día de
hoy se define como un “posado robado”. Mi sorpresa en uno de mis días de
caminata fue monumental, al entrar a la Royal Academy de Londres y verme allí
retratada de esa guisa, atusándome la despeinada cabellera con aquel peine que
aún conservo entre los recuerdos del siglo pasado.
Tuve a bien escribirle, tras observar
algún otro cuadro de “robados”, para proponerle un posado en toda regla y salir
como Dios manda y no de aquella manera. La respuesta no se hizo esperar y
William me citó para realizar un encargo para el libro “La dama de Shalott”.
Cuando llegué a su morada, observé que
tenía la entrada llena de rosas (¡mi perdición!). No pude reprimir el instinto
que me impulsa a olerlas como si las pudiese poseer y, tuve que controlar la
tentación de arrancarlas para tenerlas. (ya expliqué en una ocasión mi pasión
por las rosas). Le vi, mirándome fijamente por la ventana, juraría haber oído
un “click” que pasó desapercibido a mis oídos a causa de utilizar tanto mi
olfato. En su morada me regaló una caja. Mientras la abría volví a escuchar el “click”.
Nos fuimos a un lago y allí me desprendí de mi manto floral y con un vestido
blanco inmaculado y el pelo al viento dentro de una barca, me inmortalizó de
nuevo. A mi regreso, encontré una carta en la anémona, firmaba John William;
“Le doy de nuevo las gracias y me
encuentro en el deber de confesarle, que este cuadro estará en alguna de las
galerías de Londres, pero me reservo para mi colección privada uno al que he
llamado “the soul of the rose” y otro “La caja de Pandora”, no pude evitar
plasmar ese momento suyo con mis rosas y la caja. Le queda eternamente
agradecido…”
Y así fue como John inició una
colección hace más de cien años y de uno hizo cuatro.
Con té, con óleos y recuerdos.