Siempre hubo clases, aunque al nombrar la palabra se acabe
cayendo de una forma inconsciente en el clasicismo, la realidad acaba enseñando
incluso, aquello que no queremos ver. Y, cuando comienzo así este escrito, no
me refiero en absoluto, (por si a alguna mente retuerta se le pasaba por la
imaginación), al significado
materialista y vulgar de la palabra en sí ( pobre, rica, media…).
Siempre hubo clases de personas y, a buen entendedor, pocas palabras bastan.
Entre uno de esos grupos que surgirían de ese grupo principal, estaba ella. Destacada en su vasta feminidad, en su afán por destacar en
cualquier parte . Llama la atención, no
por lo que ella pretende sino por un efecto colateral a su ansia de
distinción. Cada vez que la veo, acude
rápidamente a mi mente como asociación, la figura de Atila pisando la hierba
que no volvería a crecer más.
Debía tener algún tipo de entuerto dentro de esa mente, que
acababa haciendo de los sencillos raciocinios,
verdaderos entuertos. Mataría sin pudor,
por tener la vida de muchas personas que la rodean, o al menos, parte de
ellas. Le encantaría ser un recortable
en el cuál se pondría un poco de cada parte, un poco de cada vida y
tiene el autoconvencimiento que de éste modo sería la mujer más feliz que ha
pisado la tierra.
Algunas veces me he acercado con la intención de echar una
mano en lo que se pueda y, he salido más que escaldada de semejante
planteamiento elevado a “n” factorial.
En otro momento de mi vida, en que me apasionaron las matemáticas, me
hubiese puesto manos a la obra. A día de
hoy, como que una ya no tiene la testa para ruidos ni las ganas. La veo, cada vez más y más perdida en sus
cuentas infinitas y pienso cuánto le falta de tiempo y de números a esa cabeza,
para que un “click” encienda la mecha y
la detonación haga presencia.
Me apena presenciar el atisbo de una psicopatía en toda
regla. Pensaré en qué hueco me meto antes que explote la bomba. Comienza la
cuenta atrás…..
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