“Quien
quiera vivir que viva, pero a los demás que nos dejen morir dignamente”.
Fernando Cuesta
Y por fin, de la podedumbre de la oscuridad, se hizo la luz
un 12F, anunciando una ley que era tan necesaria como respirar. Que nadie ( que
lo decida por supuesto), tenga que padecer nunca más, el inmenso sufrimiento,
inalcanzable para la imaginación de la mayoría, pero tan visible como
horrible para todos los que cada día,
lidiamos con nuestros pacientes, muchos de ellos en estadío terminal, muchos
otros ya muertos en vida, sometidos al dolor más insoportable, el del alma.
Obligados por haber debutado con una enfermedad terminal, a caminar por la
senda del encarnizamiento terapeútico “hasta que el cuerpo aguante”. Si los
miras a los ojos, no hace falta que hablen para ver, como tras esa indefensión
se esconde la súplica de la paz, de su paz, de que dejemos de disponer de sus
vidas sin su consentimiento ni su visto bueno.
Y que tengamos que escuchar “paletadas” como que algo así
obedece sólo a recortes sanitarios o al reconocimiento del derecho a matar. Hay
que tenerlos cuadrados. Les cambio a todos ellos por unos días el lugar de
estos pacientes, su dolor, su sufrimiento y el sufrimiento de los que le
rodean. Qué fácil es hablar sin estar en el lugar del otro, que falta de
empatía y de moral y cuánta “moralina”
de baja estofa y gratuita.
Es más ético el sometimiento con sufrimiento mantenido, el
no querer asumir que tu paciente se está muriendo y seguir alargando su
sufrimiento porque de repente alguien les ha hecho “esclavos” de sus vidas y de sus
cuerpos y su voz no vale nada, su voluntad queda anulada y sus defensas
abatidas por el real cuerpo de señores iluminados que te obligan a que tienes que
sufrir cómo y cuánto ellos decidan para poderte morir.
Pues queridos iluminados; Espero que por fin, todo el mundo
que lo precise, reciba unos cuidados paliativos dignos de cada persona que se
preste. Que el caminito de la tortura y el dolor quede reducido a la analgesia
requerida, al bienestar de cada persona lo que le reste de vida y a decidir
morir con dignidad, sí con dignidad, esa palabra que tanta risa les provoca en
sus horripilantes dentaduras pero que no significa otra cosa que la actuación CORRECTA ante la muerte por
parte de quienes atienden al que sufre una enfermedad incurable o en fase
terminal. Empiecen a RESPETAR la
decisión de cada persona, porque somos libres para vivir y para elegir por
mucho que les pese. La esclavitud se abolió hace ya bastante, aterricen de una
puta vez.
Con té, con mi libro en marcha y con más esperanzas que
nunca.
P.D. Fernando Cuesta tuvo que viajar a Suiza para poder poner fin al sufrimiento provocado por la E.L.A. y por la falta de empatía y la negativa a dejarle decidir. Este relato va por todos ellos, que lucharon contra viento y marea por poder elegir una muerte digna.
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